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El arte y su relación con Lo inconsciente

Por: Jorge Alberto Lozano López

Psicoterapeuta en instrucción didáctica


Artículo oficial del Congreso virtual 2022: Art-E Inconsciente

Presente en diversas formas: música, pintura, escultura, novelas, poemas, danza, canto, cine, teatro, fotografía, y seguramente muchas más que faltan, el arte está presente en nuestras vidas diarias. En mayor o menor medida, explícita o implícitamente, se ha vuelto parte de la vida cotidiana. En este escrito propongo tomarnos una pausa del acelerado ritmo de nuestra sociedad capitalista, productivista, de consumo inmediato, para pensar y apreciar lo que se halla detrás de todo esto. ¿Qué lleva a un artista a crear? ¿Cómo se da esa creación? ¿Qué elementos motivan las labores artísticas o creativas? Estas interrogantes quizá no serán respondidas en forma absoluta, pero serán pensadas desde una perspectiva psicoanalítica; perspectiva que nos permite desentrañar aquello de lo inconsciente que yace bajo la pintura en el lienzo, la tinta en el papel, lo narrado en una historia.


Las ideas de este escrito se basan de los aportes de varios psicoanalistas en relación con la creación artística. Podríamos partir con un postulado referente a las etapas del desarrollo psicosexual de Sigmund Freud, quien ubica la etapa de la latencia como el momento del desarrollo donde el Complejo de Edipo es sepultado y con él las pulsiones pregenitales, las cuales se reorganizarán para surgir nuevamente en la pubertad/adolescencia. Durante la latencia, los niños desarrollan intereses por actividades exploratorias, sociales o creadoras, mediante las cuales se estaría sublimando la sexualidad infantil. Entre estas actividades

fácilmente podemos hallar lo relacionado a lo artístico: pintar, dibujar, esculpir, cantar y demás.


Sin embargo, dentro del acervo teórico de Freud hallamos obras donde su objeto de interés recae en la producción artística y su significado. En su texto de 1908: El creador literario y el fantaseo, Freud examina la riqueza del juego de los niños comparándola con una creación poética, aseverando que “todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio o, mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada” (p. 127). Señala también el velo de vergüenza que cae en el adulto sobre sus propios deseos que años atrás tenía permitido canalizar en el juego infantil y ahora busca externar de la mano de otro recurso: el fantaseo. Según las ideas de Freud, y limitándonos a ahondar en los creadores literarios de momento, el héroe o protagonista con el que toda obra cuenta, y la obra en sí misma, además, cumplen con la función no solo de ser receptáculos de las fantasías del autor, sino también los encargados de llevarlas a término y brindarle la satisfacción que en una etapa más temprana del desarrollo se lo habría de proporcionar su actividad lúdica.


Hallamos en otro de sus textos insumos para extender nuestra explicación del papel de la

creación artística para la mente. En Personajes psicopáticos en el escenario (1905), Freud ahora navega por el mundo del teatro, resaltando su cualidad de “purgar los afectos” atribuida por Aristóteles. Aparece nuevamente la cuestión del héroe o protagonista, pero no solo como una representación de las fantasías del autor, sino también como un vehículo para que el público espectador pueda tomarlo como figura identificatoria y permitirse una suerte de experimentación de las situaciones que vive el protagonista, sumado a los afectos que ello conlleva, pero sin perder de vista dos detalles: que quien realiza las acciones riesgosas no es el sujeto mismo, sino otro, y que el escenario brindado es ficticio y carece de todo peligro real.


Si trasladamos estas ideas al mundo actual, podemos hablar de la gran proliferación de series o películas populares y de diversas temáticas: ciencia ficción, universos paralelos, acción, terror, romance, temáticas de narcotraficantes, temáticas de asesinos seriales, por mencionar algunas. Bajo el hilo conductor que hemos elaborado, podemos pensar que el gran éxito de este contenido audiovisual se debe a un proceso inconsciente de identificación con los protagonistas de estas historias: identificándonos con ellos, podemos hacer como si nosotros fuéramos ellos; viviendo sus desafíos, superando adversidades, sintiendo lo que sienten, pero desde la comodidad de nuestros asientos. Sin arriesgarnos como el personaje en cuestión, y con la tranquilidad de que ese escenario es falso y que no hay forma de que nuestros deseos inconscientes (igual depositados en el protagonista) se hagan realidad


Continuando con este recorrido, la psicoanalista Melanie Klein también nos regala planteamientos interesantes para pensar el arte bajo la perspectiva psicoanalítica, pero primero revisitaremos brevemente sus postulados principales para encarrilarnos en su hilo de pensamiento. El eje central de la teoría kleiniana gira en torno a la lucha constante entre el amor y el odio. El bebé, desde el nacimiento, se ve amenazado por la pulsión de muerte y la angustia que esta genera. Para sobrevivir a ella, la proyecta a los objetos exteriores, más en concreto al pecho de la madre, el cual, cargado de “lo malo”, se convierte y es sentido como un agente maligno y perseguidor, el cual será objeto de infinidad de ataques desde la fantasía del bebé para contrarrestar sus angustias persecutorias. Parafraseando a Klein; los ataques del bebé irán dirigidos hacia el cuerpo de la madre no solo con la intención de destruirlo, sino también de robarle lo bueno que le atribuye.


Luego, cuando el bebé cae en cuenta que no atacó a un ente individual malvado, sino a su madre en su totalidad, aparece la fantasía de que tanto lo bueno y lo malo de ella ha sido destruido por su agresión, desencadenando sentimientos y angustias depresivas. Este momento, llamado por Klein la posición depresiva, no es solo un momento crucial del desarrollo, sino también cuando entran en escena los deseos reparatorios del bebé. Este hace inconmensurables esfuerzos para sofocar su hostilidad y dejar que el amor y preocupación comanden sus acciones para enmendar el daño al objeto y reparar lo más que pueda.


Teniendo esto en cuenta, podemos pensar que detrás no solo del proceso artístico, sino también de la obra artística final, se hallan impulsos reparadores deseosos de crear algo nuevo a partir de lo roto que puede habitar en las fantasías del artista. Más allá de pensar solo en la posibilidad de sublimar pulsiones agresivas poniéndolas al servicio del arte, Klein propone el arte como un intento de reparar lo que la agresividad del sujeto atacó. En su escrito de 1929: Situaciones infantiles de angustia reflejadas en una obra de arte y en el impulso creador, Klein pone de ejemplo el caso de la artista Ruth Kjär, quien a raíz de un suceso que reavivó sus mociones hostiles hacia su madre, cae en un estado depresivo al cual halla remedio pintando. Lo que comenzó como rayaduras en una pared de su casa evolucionó a la creación de grandes pinturas. Bajo la explicación de Klein, Ruth reparaba mediante sus pinturas a los objeto que ella había atacado en su fantasía, restaurándolos mediante la creación/reparación que simbolizaban sus pinturas.


Hablando de simbolismo, vale la pena mencionar este elemento igual de crucial para la creación artística. Sobre el tema, Klein explica que “no solo constituye el fundamento de toda fantasía y sublimación, sino que sobre él se construye también la relación del sujeto con el mundo exterior y con la realidad en general” (1930). Hanna Segal (1964) reconoce el simbolismo como resultado de la adecuada elaboración de la posición depresiva: “Para proteger al objeto el bebé inhibe en parte sus instintos y en parte los desplaza sobre sustitutos; aquí comienza la formación de símbolos”. (p. 79).


A manera de conclusión podemos afirmar que la labor artística no solo es producto de esfuerzos y voluntad conscientes, sino que también está influenciada por poderosos y determinantes elementos inconscientes, muy diferentes en cada artista, pero que terminan permeando su obra y la dotan de ese algo que conmueve a más de un espectador. Viene a mi cabeza la forma en que Freud describía la sesión analítica, donde el inconsciente del analista y el del paciente convergen en el trabajo analítico. Considero que con el arte pasa lo mismo: el inconsciente del artista puesto en su arte y el del espectador que lo atestigua se encuentran para dar lugar a una reacción singular, un vínculo íntimo, un espacio donde se despliega lo que quizá no pasa por una palabra: una sensación, un recuerdo, una lágrima si acaso; lo que reside dentro de nosotros.


Se dice que la vida imita al arte, y en ese sentido, yo creo que el arte repara la vida.


Bibliografía

Freud, S. (1908 [1907]). El creador literario y el fantaseo. En Obras Completas

Tomo IX (p. 123 – 136). Amorrortu.

Freud, S. (1942 [1905 o 1906]). Personajes psicopáticos en el escenario. En

Obras Completas Tomo VII (p. 273 – 282). Amorrortu.

Klein, M. (1929). Situaciones infantiles de angustia reflejadas en una obra de arte

y en el impulso creador. En Melanie Klein Obras Completas Tomo 1 (p. 216 –

223). Paidós.

Klein, M. (1930). La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del

yo. En Melanie Klein Obras Completas Tomo 1 (p. 224 – 237). Paidós.

Segal, H. (1964). Introducción a la obra de Melanie Klein. Paidós.

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