"El psiquismo es la relación entre dos cuerpos, de los cuales uno está ausente".
André Green
“…más poderosa que Estë es Nienna… está familiarizada con el dolor y llora todas las heridas que ha sufrido Arda…pero ella no llora por sí misma y quienes la escuchan aprenden a tener piedad y firmeza en la esperanza…y todos los que la esperan en Mandos claman por ella, pues fortalece los espíritus y convierte el dolor en sabiduría".
J.R.R. Tolkien
El psiquismo es para el psicoanálisis un fenómeno complejo, organizado por y a la par de múltiples variables. Me gustaría enfocar estas reflexiones alrededor de cómo las experiencias relacionadas con las ausencias y las limitaciones impactan de manera estructurante en dicho psiquismo.
¿Cuál podría ser la primera situación en la que nos veamos limitados? Alguna que pudiera recordarnos que una imagen omnipotente de nosotros mismos no es más que una ilusión. Puede que sea prudente invocar la escena de la concepción humana (al menos la que se puede designar como “tradicional”). Distintas especies pueden reproducirse sin la necesidad de contar forzosamente con un par de células germinales, por otro lado, el ser humano no cuenta con esa posibilidad. Un hijo no es una extensión de otra persona pues ya el simple hecho de aportar sólo la mitad del material genético lo hace imposible; así es que ese sujeto en devenir tiene las bases necesarias para poder crear una nueva identidad completamente original, sacrificando por otro lado la posibilidad de concretar una fantasía de inmortalidad perpetua como en cierta manera algunos seres (medusas, por ejemplo) pueden practicar mediante una reproducción que resulta en la creación de clones de sí mismos.
Otra pérdida significativa viene al momento de nacer; la madre pierde el producto que llevaba dentro de sí y el infante ya no cuenta con ese espacio cálido que lo resguardaba. Fisiológicamente hablando han pasado a ser dos seres enteramente separados lo que permite la llegada al mundo y a todas las posibilidades que éste ofrece. Me gustaría enfocar la mirada hacia una situación particular que surge de la singular relación que tienen madre y bebé durante los primeros meses de vida, habrá muchos momentos en donde ambos podrán compartir un tiempo y un espacio, mientras se lo alimenta y se lo cuida en general, sin embargo también existirán momentos en los que tengan que separarse, idealmente la madre no podrá estar todo el tiempo con su infante, y serán esos momentos de pérdida-ausencia los que formarán parte del motor que empuje al psiquismo del infante a hacer algo con ello. El infante podrá comenzar a tener una representación de la diferencia entre él y su madre como seres distintos, los procesos de pensamiento se gatillarán, surgirá la dinámica del deseo.
A partir de aquí podemos evocar fácilmente los estadios de la libido que Freud describe; tales como la etapa oral o anal; el final de estas etapas está también marcado por la experiencia de pérdida y límite al dejar de tener acceso privilegiado al pecho-cuerpo de la madre o a la libre disposición de las heces y los esfínteres. Según algunos autores sería en torno a la fase fálica que la o el joven sujeto se percataría indiscutiblemente de la diferencia anatómica de los sexos, lo cual implicaría una de las más grandes afrentas a las que el ser humano se tiene que enfrentar, pues dentro de la lógica de la mente omnipotente infantil tendríamos que poder gozar de ambos géneros sin contar con sus singulares limitaciones.
De la mano con lo anterior viene la difícil tarea de renunciar a nuestros primeros grandes objetos de amor: nuestras figuras parentales. Si esa pérdida se da de “la mejor” manera posible, se ganará una serie de objetos y funciones internas “mamá y mamá” en el individuo. No nos podremos casar con mamá ni con papá, pero podremos hacer una relación amorosa tan fructífera como la de ellos. Por otro lado, en cuanto a la renuncia de pertenecer de ambos sexos a la vez, se podrá consolidar como resultado una bisexualidad psíquica basada en funciones simbólicas, independientemente de la identidad sexual (entendida para mí como lo que conforma tanto la identidad de género, la orientación sexual y las formas de ejercer la sexualidad), se podrá acceder a capacidades como la creatividad o como poder tener una flexibilidad de roles y funciones en las relaciones amorosas.
Hasta ahora he hecho algunas sencillas reflexiones especialmente referidas a los procesos y complejos que definen radicalmente la estructura de personalidad de la mayoría de los individuos, por otro lado, son de mucha importancia las pérdidas que tenemos a lo largo de nuestras vidas: de amigos, parejas, familiares, trabajos, planes, capacidades, etc. Ya sea por muerte o por alguna otra razón; lo más importante es la manera en la que nos enfrentamos psíquicamente a esas situaciones.
Suelen ser una de las razones más comunes por las que una persona busca comenzar un proceso terapéutico. En mi práctica he podido confirmar lo difícil que es para todo individuo llevar un proceso de duelo a un punto en donde, digamos, eso que ha “muerto” quede vivo dentro. De forma muy general y simplificada podemos ubicar que cuando la rabia y los procesos de desinvestidura prevalecen, así como cuando aquello perdido era vivido como una parte esencial de uno mismo, es cuando los procesos de duelo se dificultan. Algunos sueños en donde esos seres queridos se encuentran momificados, otros en donde se les mata y desaparecen antes que la separación se haga efectiva; sueños de ciudades en ruinas y relaciones con personas que están para reemplazar a otra son sólo algunos de los materiales más comunes al principio de un trabajo analítico con personas que han tenido problemas para llevar un duelo.
Conforme avanza el proceso analítico, los sueños de esas personas comienzan a mostrar a esos personajes ausentes como vivos y cálidos, al igual que como señalaba de las figuras parentales las personas van siendo capaces de identificarse con rasgos, funciones o aspectos simbólicos de lo que han perdido, de forma algo paradójica, aunque nunca se pueda recuperar realmente lo que se ha perdido, el psiquismo se enriquece al reconstruirlo y repararlo dentro.
Concluyo este pequeño ensayo resaltando la idea de que toda pérdida, limitación y ausencia tiene el potencial de estructurar y avalorar nuestra personalidad, es a mi parecer uno de los motores que la impulsan, siendo la alianza con Eros, las pulsiones de vida, otro gran motor fundamental que lo hace posible. En cierta medida, somos el resultado de todo aquello a lo que nos vemos obligados a renunciar.
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